‘Me sentía un error de fábrica’; la opinión de Marta tras operarse de mamas con la Dra. García-Dihinx
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Marta vivió casi tres décadas convencida de que había algo mal en ella. No en su carácter. No en su forma de ver el mundo. En su cuerpo. En sus pechos.
Desde la adolescencia, sabía que no eran como los del resto. Pequeños, puntiagudos, separados. “Me parecían feos, deformes… como si mi cuerpo hubiera cometido un fallo que nadie más parecía tener”, confiesa. Evitaba los vestuarios, el verano, los escotes, las relaciones íntimas. “No era solo vergüenza. Era asco. Y lo peor es que pensaba que tenía que aprender a vivir con eso.”
Durante años, no hubo respuestas. Solo silencio. Solo la costumbre de esconderse. Sujetadores con relleno, camisetas en la playa, la luz siempre apagada en la cama. Hasta que un día, buscando en Internet casi por desesperación, leyó por primera vez esas dos palabras: mamas tuberosas.
“Me puse a llorar delante del ordenador. No porque me diera miedo, sino porque por fin tenía nombre. No era un monstruo. Era un diagnóstico.”
Y entonces decidió dar el paso. Empezó a leer opiniones sobre la operación de mamas tuberosas y descubrió testimonios de otras mujeres que habían vivido procesos similares al suyo. Fue entonces cuando supo que tenía que intentarlo.
Acudió a consulta con la Dra. García-Dihinx, cirujana especialista en mamas tuberosas de referencia en España. “Nada más verme, supo lo que era. Me habló con calma y mucha empatía y respeto, sin juzgar. Me explicó que tenía solución, que no estaba sola, que había operado a muchas mujeres como yo.”
La intervención no fue solo una cirugía. Fue una liberación. La Dra. García-Dihinx corrigió la forma tubular de sus mamas, reubicó y redujo las areolas y reconstruyó el volumen de forma natural, sin necesidad de utilizar implantes. Marta siguió al pie de la letra todas las indicaciones postoperatorias y, con paciencia, fue observando el cambio en el espejo, pero todavía más importante en cómo se sentía consigo misma.
“No es solo que tenga un pecho bonito. Es que por primera vez en la vida siento que mi cuerpo y yo somos el mismo equipo. Que no tengo que esconderme más. Que puedo quererme.”
Pero el cambio más profundo fue lo que vino después. Recuperó la confianza en sí misma, y esa nueva energía empezó a transformar su vida poco a poco.
Pasaron varios meses. Marta, ya recuperada, empezó a hacer cosas que antes evitaba: apuntarse a clases de yoga, comprarse ropa ajustada sin miedo, aceptar invitaciones que antes habría rechazado. En uno de esos talleres conoció a Daniel, un fisioterapeuta que se fijó en ella por su actitud abierta y su sonrisa serena.
Antes, Marta habría buscado excusas para mantener las distancias. Esta vez no. Había aprendido a aceptarse. A quererse. Y desde ese lugar de seguridad interior, se permitió dejarse ver.
“No fue de la noche a la mañana, pero sí fue un antes y un después. Cuando ya no te escondes de ti misma, el mundo empieza a tratarte diferente.”
El cambio también se notó en el trabajo. Marta era diseñadora gráfica, pero desde hacía años se había limitado a tareas muy técnicas, sin tomar protagonismo ni presentar ideas en público. Sentía que no estaba a la altura, que no tenía nada que aportar. “Era como si mi inseguridad física me anclara también profesionalmente.”
Un día, tras varias semanas sintiéndose más fuerte, decidió levantar la mano en una reunión y proponer una campaña visual para un cliente importante. La aceptaron. Y no solo eso: la invitaron a presentarla en la sede del cliente. Aquella presentación salió tan bien, que meses después la promocionaron a directora creativa junior.
“Yo pensaba que lo que me pasaba solo afectaba a mi imagen. Pero me había apagado por completo. Cuando recuperé la confianza en mi cuerpo, se encendió todo lo demás.”
Hoy, Marta y Daniel viven juntos en Zaragoza. Ella ha compartido su historia con amigas, con otras mujeres que también arrastran ese mismo silencio. Porque si algo tiene claro ahora es que el cambio no empieza en el cuerpo, sino en la decisión de dejar de vivir con miedo.
La Dra. García-Dihinx insiste en que las mamas tuberosas siguen siendo una malformación desconocida, y muchas mujeres viven con esa carga sin saberlo.
“No se trata solo de estética. Se trata de identidad, de reconciliarse con una parte del cuerpo que siempre fue rechazada.”
Marta es la prueba de que no hay cuerpo equivocado, sino historias silenciadas que solo necesitan una oportunidad para ser transformadas. Y la suya, ahora, puede ayudar a otras.