noviembre 23, 2024

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El educador exitoso, Sistema Educativo LAM

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¿Pueden ser sinónimos las palabras «profesor» y «educador»?

Por un lado, un profesor es aquel que tiene por oficio enseñar una ciencia, un arte o una técnica. Por el otro, un educador tiene como propósito facilitar el refinamiento de habilidades o capacidades que no solo llevan a la obtención y construcción de conocimientos, sino también de virtudes, creencias y hábitos.

Contrario a lo que suele suceder en la mayoría de las aulas, la educación no consiste únicamente en transferir información del maestro al alumno, ni tampoco en desarrollar en ellos una serie de habilidades para, en un futuro, convertirlas en una fuente de ingresos. Más bien, consiste en formar parte de un proceso de transformación donde el objetivo más alto consiste en que cada estudiante pase de la incredulidad a la fe, de la ignorancia al conocimiento y de la inmadurez a desarrollar el carácter de Cristo.

«La enseñanza es más que impartir conocimiento, es inspirar el cambio. El aprendizaje es más que absorber hechos, es adquirir entendimiento.» – William Arthur Ward.

Pero ¿cómo se puede lograr esto al estar frente a un grupo? Existe el ejemplo de Jesús quien, además de instruir a sus discípulos, los guió con el ejemplo, elevó sus estándares y se entregó completamente por amor a ellos.

Los siguientes son cuatro pilares que pueden hacer de una persona, un educador exitoso:

1. Instrucción. Este pilar consiste en proporcionar conocimientos, habilidades, ideas o experiencias. Hay que invertir tiempo en convertirse en un experto en una materia; prepararse teóricamente y también de manera práctica. Hay que hacer interesante cada presentación ante un grupo conectando cada aprendizaje con su vida diaria y sus intereses; se puede planear experimentosactividades sensoriales o de exploración. ¡Se trata de sorprenderlos! Además, hay que recordar que existe la increíble oportunidad de hacer conexiones entre cada materia y lo que la Biblia dice al respecto. ¿Alguien enseña matemáticas? Pueden leer juntos la multiplicación de los panes y peces. ¿Clases de biología? Pueden leer los primeros capítulos del libro de Génesis. ¿Otro enseña música? Pueden escribir una canción utilizando los Salmos como inspiración.

2. Ejemplo. Bien dice el dicho que «tus palabras convencen, pero tu ejemplo arrastra». Hay que ser ejemplar en el trato que se les da a los alumnos. Hay que tener una actitud humilde al enseñar; considerar cada lección frente al grupo como una oportunidad de servirlos. No es necesario que se esté impartiendo una materia académica para ser ejemplo en sus vidas. ¿El profesor tiene alguna historia que pueda dejarles una lección? Puede compartirla con ellos; al ser vulnerable, los alumnos también aprenden. Los aprendizajes personales en medio de las alegrías, tristezas, dificultades y éxitos harán que vean en el profesor no solo a alguien que imparte una materia, sino a un mentor. Por último ¡hay que convertirse en un alumno de los estudiantes! Hay que permitir que ellos enseñen sobre aquello que llama su atención o en lo que son expertos: videojuegos, manualidades, cocina o dibujo.

3. Disciplina. Este será el pilar que dará orden y sentido a las actividades del día a día. Hay que establecer acuerdos grupales acordes a la edad de los alumnos y, entre todos, hay que cuidar el respeto de los límites establecidos. Además, hay que diseñar consecuencias lógicas para cuando se rompan los acuerdos. Los límites claros y respetados capacitarán a tus alumnos para hacerse responsables de sí mismos y de sus actos.

4. Amor. El amor es el sello del carácter de un seguidor de Jesús. Pero ¿cómo amar a quienes no se conoce? Para lograr conocer a los alumnos hay que hacer las preguntas correctas; hay que hacerlas abiertas y tener una actitud dispuesta a escuchar — no importando qué tan extensas sean las respuestas. También se recomienda que se lea el libro de Gary Chapman Los 5 lenguajes del amor de los niños; en este se puede encontrar recomendaciones clave para conectar con los alumnos de maneras significativas y que marcarán sus corazones de la mejor manera posible. Finalmente, hay que celebrar el progreso, no los resultados; honrar los pasos que den los alumnos en este proceso de transformación.

La instrucción atractiva y cautivante invitará a los alumnos a constantemente desear seguir estudiando. El ejemplo de humildad al servirles y al nunca dejar de aprender será lo que los atraiga hacia un estilo de vida de crecimiento continuo. La disciplina creará un ambiente de honra y respeto mutuo en el que las relaciones podrán florecer saludablemente. Y el amor será el que cubra todo el trabajo con gracia pues, tanto el profesor o educador como los alumnos, se encuentran en el proceso de ser formados a la imagen de Jesús.

«Creo que un gran maestro es un gran artista y hay tan pocos como hay grandes artistas. La enseñanza puede ser el más grande de los artes ya que el medio es la mente y espíritu humanos.» – John Steinbeck.

Tener un corazón de educador dará una visión a largo plazo, permitirá recordar que cada alumno es una persona en un proceso de refinamiento y llenará de gratitud al poder formar parte de sus vidas en un primer plano.