noviembre 23, 2024

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Atención al Presente: el mindfulness y la salud como métodos para atender el presente

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En las últimas décadas, ha habido un aumento de las enfermedades mentales como la ansiedad, insomnio, depresión, cansancio, pensamiento incesante, estrés o sensación de presión. Con este fin, se ha comenzado a recetar mucha medicación para aliviar estos síntomas.

Los datos del Ministerio de Sanidad indican que en España el 27,4% de las personas que acuden a consultas de atención primaria muestran problemas psicológicos como los nombrados anteriormente.

A pesar de que estas enfermedades son paliadas con medicamentos como ansiolíticos o antidepresivos, en muchas ocasiones, no son la mejor forma de hacerlo. De hecho, Antonio Cano, catedrático de psicología y presidente de SEAS afirma que: “Nos falta mucha educación en emociones y en su manejo. De ahí viene todo esto“. Igualmente, esto es apoyado por La Asociación para el Desarrollo de la Salud a través de la Atención basada en Mindfulness

Reducir la ansiedad y regular la depresión mediante el mindfulness

En las sociedades parece haber cada vez menos tiempo y menos herramientas para procurar un alivio de las tensiones o situaciones emocionales de la vida cotidiana. Desde una bronca hasta la temida soledad no deseada, hay una cadena de emociones que muchas veces no se saben digerir de forma sana y causan una indigestión que tarda en desaparecer, si es que lo hace.

Las indigestiones emocionales difícilmente se curan solas. El tiempo no las cura, solo las archiva en algún rincón alejado de la conciencia mientras no aparezca un estímulo nuevo que la desempolve y la traiga nuevamente al primer plano de la conciencia.

Como decía, la gente corriente con indigestiones emocionales corrientes no tienen herramientas que faciliten la digestión. Hasta hace muy poco no se consideraba de interés para la psiquiatría o la psicología a las personas “sanas”. Todo se ha centrado en los casos de graves trastornos. Este tipo de espacio “para los sanos” lo ocupó la religión con sus charlas con su dios y las confesiones y sus perdones. Parece que en estos años se recurre menos a esta herramienta, que requiere creer en esos dioses y el ser humano está huérfano de claridad y de consuelo para sus malestares y desorientación.

El ser humano se apega con cierta facilidad a creencias de cualquier tipo en busca de coordenadas que le ofrezcan seguridad. Sin embargo, las ofertas que proceden del pasado no resultan tan atractivas para buena parte de la población que va perdiendo la confianza en religiones o políticas. Esta carencia de asideros argumentales y emocionales deja un sinsabor grande y silencioso, que para algunos aparece como desorientación y melancolía/tristeza, para otros como ira, como extremismos, como pasotismo, como individualismo y desconfianza general, como deseo de aislarse de los demás…

Cada cual va buscando su camino, pero no parece que esté clara una vía que lleve a la fortaleza interior, a la comprensión de lo que le sucede y a recuperar la motivación intrínseca por la vida. ¿Qué pueden hacer todas estas personas de todas las edades? ¿Seguir tomando ansiolíticos, antidepresivos, sedantes? No se debería tomar por normal que casi un tercio de la población urbana viva diariamente tomando pastillas para dormir, para despertar, para animarse, para la gastritis o la diarrea crónica.

Una vez se le preguntó a un médico del aparato digestivo si no le parecía que muchas de esas afecciones eran somatizaciones de fuertes tensiones emocionales. Para la sorpresa de la paciente, le dijo muy convencido: “Por supuesto que sí”. No dijo nada más y salió de la consulta preguntándose “¿y por qué nos esperamos a estar ya con problemas orgánicos cuando el origen ha sido emocional?”.

Pues porque las personas no saben hacer otra cosa que aguantar. Les parece normal. Nadie les ha enseñado a cuidarse de otra manera. Aún no hay una forma clara y generalizada para proporcionar los cuidados proactivos para la prevención de la salud. Nadie les ha enseñado a detectar los pequeños síntomas de esas tensiones emocionales antes de que se transformen en una enfermedad incluso grave. Están mucho más habituados a no prestarles atención, a esconderlos bajo la alfombra hasta que no pueden más.

Si una persona viviera en una isla desierta y, para sobrevivir, dependiera enteramente de conservar su cuerpo y mente sanos, quizás estaría más atenta a las señales del cuerpo. No podría esperar a que alguien hiciera ese trabajo, nadie le daría unas pastillas que la anestesiasen. Puede que se volviese más perceptiva a lo que le sucediera, pues de eso dependería su vida. Viviría apegada a la satisfacción de sus necesidades más básicas y sagradas. Se esforzaría por comer, descansar, estar físicamente segura, no volverse loca por estar en forma para seguir adelante, por aprender a sacar partido a los recursos del entorno, quizás a disfrutar de las pequeñas cosas que le sorprendiesen: un pájaro, el frescor del agua, un baño en un charco de agua clara. Parece que no tendría sentido tener conflictos emocionales y en todo caso tendrían que ser muy cortos, pues habría que seguir buscando comida y aprendiendo más y más cosas. Se resolvería rápido para poder seguir adelante ligera de equipaje.

¿Para qué se ha llevado al lector a esta isla desierta? Para hacer un experimento: imaginar que las personas deben sobrevivir solas y observar que harían con su vida, su cuerpo, sus emociones, sus motivaciones, sus objetivos. Para sentir que se puede mejorar su vida por ellas mismos. Para que se den cuenta de que, si la circunstancia les apremia, pueden centrarse y atender a lo importante. Para sentir que no precisan de pastillas para eso, sino centrarse en reconocer las señales para observar lo que les sucede y darle una salida coherente y meditada. Para sentir que pueden tener una vida más plena, cuanto más dueños de ella se sientan y eso implica coger el toro por los cuernos y enfrentarse a sus conflictos en lugar de huir de ellos falsamente.

La humanidad ha ideado formas de hacer esto a través de los siglos. Hoy se va imponiendo la tendencia a prestarse atención en lugar de simplemente ir por la vía de la reacción de escape rápido, ya sea esta la pastilla, el alcohol u otros consumos de evasión.

Las vías hoy día pueden ser varias, pero lo que comparten es la necesidad de aprender a atender a uno mismo sin crítica, con intención de profundizar en uno mismo, de ganar inteligencia y manejo de los pensamientos, las emociones, los impulsos y la conducta.

Cuando una persona es capaz de aprender a hacerlo, gana conciencia de lo que sucede dentro de ella misma y, por esto, le ofrece la vía de cambiar y de sentirse capaz de hacerlo ella misma. Todas las personas pueden cuidarse y tener una vida saludable.

Esta forma de prestar atención a lo que sucede aquí y ahora, dentro y fuera de las personas, ha sido investigada en los últimos 30 años y se ha comprobado lo valiosa que resulta para el bienestar. En muchos países se ha introducido como un recurso más de la sanidad y en algún lugar de España se ha llegado a introducir como una materia del currículum de los alumnos de primaria con buenos resultados.

Los beneficios que aporta la atención al presente basado en mindfulness tienen que ver con la disminución de la ansiedad, con la regulación del sufrimiento derivado de la depresión y del dolor. Asimismo, se puede hablar de la regulación emocional y el desarrollo de la ecuanimidad ante los eventos, el aumento de la capacidad de recuperación de situaciones de pérdidas o cambios. Se puede hablar también de la disminución de la reactividad que tiene que ver con la defensa (enojo, ira, resentimiento, celos, envidia, venganza, etc.), así como del crecimiento de un estado emocional pacífico y comprensivo con los demás, junto con conductas altruistas y pro-sociales. Crece, además, la comprensión de uno mismo que lleva directamente a comprender a los demás.

Cuanto más autónomo se es, mejor se sentirá el individuo y más se podrá hacer por él y por los demás. Este ejercicio de observación particular lleva necesariamente a una mejora de muchos aspectos de la salud emocional de las personas que concomita con la salud física y su percepción de bienestar y control sobre sí mismo, cosa que disminuye la utilización de fármacos para resolver conflictos que la persona sería capaz de solucionar por sí misma.

Algunas investigaciones sobre las bondades del mindfulness pueden verse en su página web.